Un potente terremoto de magnitud 8,8 sacudió el miércoles 30 de julio la península de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia, provocando tsunamis que no causaron daños importantes y obligando a evacuaciones en gran parte del Pacífico. Después del anuncio del terremoto, se emitieron alertas en numerosos países.
Los empleados de la central nuclear japonesa de Fukushima, destruida por un potente terremoto y tsunami en marzo de 2011, fueron evacuados. China también emitió una alerta de tsunami para varias zonas de su costa. Filipinas instó a los residentes de la costa este a internarse y aconsejó a los pescadores que ya se encontraban en el mar que se mantuvieran alejados de la costa en aguas profundas.
Al otro lado del Pacífico, Perú y México también declararon alertas de tsunami, al igual que Chile, Colombia y Ecuador, que ordenaron evacuaciones, incluidas las de los puertos del archipiélago de las Galápagos. Estados Unidos emitió una serie de alertas de distintos niveles a lo largo de la costa oeste de Norteamérica, desde Alaska hasta toda la costa californiana. Las autoridades de Francia también prepararon a la población de las Islas Marquesas en Polinesia, ya que se esperaban olas de hasta cuatro metros.
Lecciones aprendidas del terremoto de 2004
Este terremoto revivió el terrible recuerdo del terremoto de magnitud 9,1 ocurrido en las profundidades del Océano Índico, que desencadenó un tsunami masivo el 26 de diciembre de 2004, causando aproximadamente 230.000 muertes en 15 países del sur y sudeste de Asia y desplazando a 1,7 millones de personas. En aquel entonces, los sistemas de prevención de desastres eran rudimentarios y era imposible advertir con antelación a los millones de personas que vivían a lo largo de las costas del Océano Índico.
«Este tsunami fue una brutal llamada de atención. Las olas no solo llegaron en cuestión de minutos, a menudo sin previo aviso, sino que se extendieron por toda la región del Océano Índico», resume la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en su sitio web.
«En respuesta, la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco, que ahora cuenta con 150 Estados Miembros, tomó medidas decisivas», explica la organización de las Naciones Unidas. Basándose en su experiencia con el establecimiento del Sistema de Alerta de Tsunamis del Pacífico en 1965, comenzó a crear un sistema global de alerta y mitigación para minimizar el riesgo de que un desastre de este tipo se repitiera.
Veinte años después de este desastre, el sistema global de alerta de tsunamis cubre las regiones del Pacífico, el océano Índico, el Mediterráneo, el Caribe y el Atlántico Nororiental. Este sistema se basa, en particular, en una red de seis boyas de detección en el Pacífico, establecida por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Conocido como Sistema de Evaluación e Informes de Tsunamis en las Profundidades Oceánicas (DART), el sistema cuenta actualmente con 74 boyas en todo el mundo.
Cada boya flota en la superficie mientras está fijada al fondo marino. Las boyas monitorean las señales de un sensor sísmico ubicado en el fondo, así como los cambios en el nivel del agua. Instaladas en algunos de los entornos operativos más hostiles del planeta, estas boyas, que funcionan con baterías, deben reemplazarse cada dos años.
Actualmente, según la agencia de noticias AFP, solo 50 de ellas están operativas, pero la red fue diseñada específicamente para garantizar la cobertura en todos los casos.
En una entrevista con Ouest-France en diciembre pasado con motivo del 20.º aniversario del tsunami mortal, Anthony Sladen, investigador del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, en el laboratorio GéoAzur, explicó que se han desarrollado nuevas soluciones basadas en fibra óptica: la primera, la tecnología SMART, consiste en equipar los futuros cables submarinos de telecomunicaciones con sensores ambientales para detectar la formación de tsunamis.
La segunda, la tecnología DAS, permite identificar las deformaciones del fondo marino que desencadenan tsunamis mediante el análisis de la señal luminosa que viaja a través de la fibra óptica.
Los sistemas de alerta mejorados están salvando muchas vidas. Antes de 2004, una alerta podía tardar entre 15 y 50 minutos en emitirse, según declaró a la agencia AFP Laura Kong, directora del Centro Internacional de Información sobre Tsunamis de la Unesco, en diciembre pasado. “Hoy en día, normalmente podemos recibir una alerta en un plazo de 5 a 7 minutos”.
En 2011, en Japón, la alerta de tsunami se emitió en 3 minutos, pero el primer pronóstico fue de 6 metros, mientras que las olas alcanzaron los 15,5 metros en algunos lugares. Dos años después, tras el desastre de 2011 que dejó 18.000 muertos o desaparecidos, se implementó un sistema mejorado para evaluar mejor los tsunamis inminentes.
«Preparados para el tsunami»
A diferencia de hace 20 años, los teléfonos móviles ahora son omnipresentes y existen aplicaciones de alerta. En enero de 2024, se realizó un simulacro a gran escala en nueve departamentos costeros del Mediterráneo. «Se transmitió un mensaje titulado ‘Alerta Extrema’ y marcado como ‘Ejercicio’ a través del sistema FR-Alert a los teléfonos de los residentes ubicados a lo largo de la costa de estos departamentos, a unos cientos de metros de la costa. La notificación fue acompañada de una señal sonora estridente», informó el diario Le Monde en aquel momento.
Las torres de control también siguen siendo vitales. En Tailandia, el tsunami de 2004 causó la muerte de más de 5.000 personas, según cifras oficiales, y 3.000 fueron reportadas como desaparecidas. El país cuenta ahora con dos boyas DART conectadas por satélite a 130 torres de control en seis provincias costeras, todas equipadas con sirenas y altavoces que transmiten en cinco idiomas.
En Sri Lanka, donde 31.000 personas murieron en 2004, tres cuartas partes de las 77 torres de alerta de tsunamis ya no están operativas debido a que los equipos de comunicación se han vuelto obsoletos.
France24.com
Este artículo ha sido adaptado de su original en francés.
Con AFP