Inocencia vendida, sociedad cómplice: basta de abuso sexual

Por Rosa Escoto

En República Dominicana, el abuso sexual de menores de edad no es una tragedia aislada; es un fenómeno que se ha normalizado hasta convertirse en tema de indiferencia, burla y permisividad social. Dos casos recientes muestran con crudeza esta realidad, aunque el primero es especialmente alarmante.

El primero es el video viral donde un hombre pedía a una mujer que le consiguiera una niña, como si fuera un objeto. Dos pedófilos negociando la inocencia de un ser humano. Hoy están bajo el poder del Ministerio Público, pero el daño cultural ya está hecho: nuestra sociedad sigue tolerando que la infancia sea mercadeada, intercambiada, consumida. Este caso demuestra que la explotación de menores de edad puede ocurrir en plena luz pública y que la indignación social aún no es suficiente para prevenirla.

El segundo caso es igualmente preocupante. El renombrado pelotero Luis Polonia presumió en televisión que su esposa actual es muy joven y que su relación comenzó cuando ella era menor de edad. Cuando lo cuestionaron, su respuesta fue escalofriante: “solo le estaba echando maíz”. Esa frase resume la actitud de nuestra sociedad: minimizar, normalizar y justificar el abuso sexual de los menores de edad.

Estos casos no son incidentes aislados: son síntomas de una cultura enferma que permite relaciones desiguales y explota a quienes no tienen voz ni poder. Cada comentario que trivializa estos hechos, cada silencio cómplice, perpetúa la violencia y la impunidad.

No más excusas. No más indiferencia. Los menores de edad no son objetos, ni juguetes, ni propiedad de nadie. Defender su inocencia es un deber moral y una obligación social. Cada acción de prevención, cada denuncia, cada sanción salva vidas. Cada silencio… los condena a sufrir.

Es hora de romper con la normalización del abuso. Es hora de levantar la voz por quienes no pueden defenderse. La niñez merece respeto, protección y justicia. Todo lo demás es complicidad.