Por Petra Saviñón
La denuncia de que un recluso de la Penitenciaría Nacional de La Victoria murió por presiones de otros o más grave aún, que pudo ser ahorcado, es una de las tantas cabezas de una hidra que nadie osa matar.
Esa información que da cuenta del reo hallado colgado de un trapo la madrugada del lunes, igual asegura que estaba ingresado en el área médica, recibía amenazas y que esa zona es controlada por presidiarios.
Muy serio el señalamiento de que esos privados de libertad incluso son los que suplen los medicamentos a esa cárcel, un manejo que debe ser exclusivo de los médicos y que torturan a los pacientes que no aceptan sus negocios ilícitos.
Tantos precedentes y nada cambia. Un fuego que deja nadie sabe cuántos muertos, voces antiguas que gritan en el desierto la corrupción, los atropellos registrados en ese centro, con ese nombre tan institucional y tan podrido y todo peor.
Gente como Roberto Santana afirma que en ese incendio dejaron morir a seres humanos de manera intencional y después de todas las reacciones, la procuradora general, Miriam Germán Brito, propuso un pacto carcelario. Tuvo que ocurrir eso y a casi cuatro años de que asumiera ese cargo para que hiciera tal propuesta.
Es como si la funcionaria desconociera todo lo que ocurre en ese y otros penales, incluidos los del nuevo modelo, como si esta desgracia fuese un hecho aislado y jamás ha pasado nada ahí dentro que sacuda los cimientos de la sociedad.
Ahora viene este incidente, con este preso ahorcado y detrás de esa muerte una cantera de razones que lo habrían llevado a tomar esa decisión, si es que la tomó, pues los denunciantes indican que uno de sus acosadores le advertía que cualquier día podía amanecer “guindao”.
Las autoridades del penal, la Dirección de Prisiones y sobre todo, la Procuraduría General, órgano rector, deben investigar ese caso y todas las denuncias que hace tanto tiempo dan cuenta de atrocidades en el sistema carcelario.
La población tenía su fe puesta en esta gestión del Ministerio Público pero hay cabos sueltos que no ha sabido o no ha querido amarrar.